Fillos Adoptivo de Vilagarcía de Arousa.
Antes de que remate 1912, o Concello de Vilagarcía de Arousa celebrou dúas sesións. Na que tivo lugar o día 17 de decembro, o concelleiro José Pérez propuxo ao Pleno que, para agradecer a Gómez Carrillo as súas escritas que cantan as belezas da Ría de Arousa, orgaizara un banquete ao que asistirían só os membros da Corporación unha vez que o escritor guatemalteco xirara una nova visita á vila.
Mais o concelleiro Francisco Padín estimou que non abondaba con celebrar ese acto: Vilagarcía de Arousa estaba en débeda con Ernesto Gómez Carrillo e sería de xustiza e por unanimidade nomealo “Hijo Adoptivo”. E así aconteceu na xuntanza do día 20.
Tanto o Alcalde coma os concelleiros sabían que as crónicas sobre Galicia que Gómez Carrillo dera á luz en diferentes publicacións periódicas de alén mar, estaban xa recolleitas nun libro titulado “Romerías”:
“Los árboles”, “La obsesión argentina”, “Gallegos y gallegas”, “La alegría gallega”, “Las mujeres de La Coruña”, “La casa de Rosalía”, “Las hadas”, “La casa de Carolina”, “Las hermanas enemigas”, “Pontevedra y Vigo”, “La grandeza de Vigo”, e un que interésanos de xeito especial, “Villagarcía”, que, de seguido, transcribimos para vostedes:
“Es la más linda villa del mundo. Suavemente recostada en las márgenes de la ría de Arosa, que es una taza de esmalte ante cuya belleza los lagos italianos palidecerían, diríase, con sus casitas blancas y sus alamedas verdes, una estación de voluptuoso descanso.
“Elles sont trop belles pour travailler”, dicen los franceses hablando de ciertas mujeres.
Villagarcía no sólo es muy bella, muy bella, sino que además parece muy frágil, muy ligera, muy incapaz de todo esfuerzo. Su atmósfera es tan transparente, su cielo tan puro, su playa tan dorada, que formalmente diríase un juguete de Sajonia en un plato de Sévres.
Pero todo eso es la apariencia.
La realidad es otra, y es muy otra. ¡Como que se trata de la ciudad más importante del mundo, así cual os lo digo, sin exageración ninguna! Considerad, en efecto, que sus habitantes no pasan de cuatro mil. Y ahora decidme si conocéis una villa tan pequeña que tenga lo que esta tiene, que produzca lo que ésta produce, que trabaje lo que ésta trabaja. En primer lugar, como es un oficio el periodismo, os diré que en Villagarcía hay un periódico diario, no tan importante como The Times, claro está, pero tampoco tan dejado de la mano de Dios que no pudiera figurar honorablemente en Madrid. Además de este diario que los chiquillos venden todas las noches en las calles, existen tres periódicos semanales. ¿Puede enorgullecerse de igual riqueza periodística otra villa de cuatro mil habitantes?
-¿Tendréis por lo menos tres imprentas?- le dije al amigo que me acompañaba por las calles de la población.
-¡Cuatro!- exclamó indignado, -¡cuatro!...
Y luego, irónico, agregó:
-¿Qué diría usted si le enseñara esta misma mañana el doble?
-Diría –contestéle- que le toca una imprenta a cada quinientos habitantes.
-En todo somos así- concluyó con orgullo mi cicerone.
Es cierto, en todo, Villagarcía, es grandiosa. Sus oficinas de telégrafo se cierran a las doce de la noche, lo que en París no se ha podido conseguir aún. Sus bazares, son dignos de una gran capital. Sus tiendas están llenas de objetos de lujo. Sus fotografías son casi tan numerosas como sus imprentas. Sus hoteles, que son diez o doce, todos tienen una mesa admirablemente servida.
¡Y qué decir de los cafés! En Roma, según el corresponsal de Le Temps de París, no hay más que tres: el Aragna, literario y legendario; el Greco, discreto y artístico, y el de la plaza Venecia, cosmopolita y mundano. En Villagarcía también hay tres. Y cualquiera de los tres es más grande que el más grande de Roma. Y en uno de ellos, desde las ocho de la noche hasta las dos de la madrugada, hay una música que ameniza las partidas de dominó y que suaviza las discusiones políticas. En cuanto a los “bares” a la inglesa con sus altos mostradores de pino luciente y sus altos taburetes de mimbre, los bares en cuya puerta se leen nombres de whiskis irlandeses, de whiskis escoceses, de whiskis canadienses, de whiskis neoyorkinos, los bares claros y limpios, con sus camareros vestidos de blanco, los bares productores de coktails irisados, son aquí seis, ocho, tal vez diez, que cierran sus puertas muy tarde. Porque los villagarcienses, son tan noctámbulos como los madrileños. En estos días autumnales en que las noticias son tibias, hay grupos callejeros hasta que las primeras luces de la aurora comienzan a esmaltar las aguas de la ría.
¿Y los teatros? Tres hay. Y entre los tres uno, apenas terminado, podría muy bien compararse con cualquiera de los de París por la elegancia.
¿Qué otra población de cuatro mil almas puede enseñar lo mismo al viajero? Villagarcía, os repito, es, relativamente al número de sus habitantes, la primera villa de Europa”.
Carrillo, Valle-Inclán e Vicenti na Ría de Arousa.
1913 comeza para nós cun artigo de Ramón Fernández Mato publicado en El Diario de Pontevedra o 15 de xaneiro. Titúlase “Crónica. Adopción sentimental”, e trata do acordó do Concello de Vilagarcía para nomear a Enrique Gómez Carrillo fillo adoptivo do municipio.
Sinala Fernández Mato, con moito tino, a relevancia das escritas de Gómez Carrillo sobre Galicia e o seu valor engadido por viren dun infatigable viaxeiro. Ou sexa, que se Gómez Carrillo ficou engaiolado coas belezas de Vilagarcía, sería por algunha razón de peso, non por bobería ou carencia de mundo.
Este artigo de Fernández Mato vainos servir para introducir un interrogante sobre a casa onde tivo lugar unha reunión entre os tres personaxes que conforman o eixo desta investigación. Fernández Mato escribe:
“Yo he visto en las pupilas de Carrillo – donde por igual alumbran luces de fervor y de éxtasis y relámpagos de desdén- la expresión de una suave languidez de ventura. Era en el huerto florido de una vieja mansión señorial. Un mastín colérico y encadenado, quizá en nombre del pazo decrépito y augusto, nos saludó con rencorosa furia al trasponer el ancho portalón; ya en el jardín, unas palomas, unos niños y unas vendimiadoras de traza pagana repararon la ultrajante altanería del mastín con el hechizo de su inocencia o de su gracia.
En un banco de maderos. D. Ramón María del Valle-Inclán y D. Alfredo Vicenti platicaban. D. Ramón destrenzaba la extraña teoría de la dinámica, como naturaleza del pecado. “La supresión estática: Dios. La suprema inquietud, la infinita movilidad: Luzbel”. E interin el manco genial explicaba los círculos concéntricos y rápidos del mal, D. Alfredo rechazaba blandamente hacia atrás un rosal que, como una mujer zalamera y fragante, rozaba al suave empujón de las brisas, ya su cara altiva y noble, ya las barbas ascéticas del prócer escultor de “Flor de santidad”.
Frutas ricas, doradas por el sol y sazonadas por el otoño, nos eran servidas. Y unos gratos amigos en derredor. Gómez Carrillo, casi hundido en un camarín de yedras, parecióme feliz, y entonces sentí ondular y crecer en mi espíritu la soberbia, ya que había nacido en una tierra y cara un mar que placían y encantaban a un andariego explorador de la Belleza y del Arte”.
Non nos atrevemos a afirmar en qué lugar tivo este encontró, mais podemos aventurar dúas localizacións. Cabe a posibilidade de que a finca que descrebe Ramón Fernández Mato fora a que posuía en Vilagarcía de Arousa o avogado Xoán Ouviña. Cóntao Xosé Núñez Búa no seu libro “Revoeira”, que recolle diversos artigos publicados alén mar durante o seu forzado exilio. Tería o seu autor nove, talvez dez anos, e da man do seu tío, Xaquín Núñez de Couto foi á devandita finca, “O Piñeiriño”, onde o seu dono agasallou cun xantar aos tres escritores.
Mais no sería cousa de despreciar outro dado que nos ofrece Enrique Gómez Carrillo nun artigo que publicou Galicia Nueva o 23 de marzo de 1913: “... y Villajuán con sus huertos paradisiacos, Villajuán en donde siempre veré la sombra hirsuta y parlante de ese gran don Ramón del Valle Inclán, Villajuán con la sonrisa fina y fría de mi buen Padín...”.