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RECUERDOS DE MI NIÑEZ . POR ENRIQUE LAGO CID
IN MEMORIAM
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Co título “ Recuerdos de mi niñez “, nesta nova páxina, Enrique Lago Cid relátanos os seus recordos por aquela Vilagarcía dende o ano 1925. Na súa memoria acumúlanse centos de momentos vividos ao longo da súa dilatada vida, lugares, persoas, acontecementos e anécdotas que a través dos seus artigos iremos subindo cada semana neste novo espazo. O noso agradecemento a Enrique por esta contribución á memoria social do noso pobo
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Isolino y Andrés, los dos valen por tres… |
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Recuerdos del Dr. Moreira Casal |
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Mis recuerdos del Banco de los Pobres |
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Una tarde de turismo en Cortegada – Recuerdos de mi niñez |
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Mi primera navegación - Capítulo III |
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Recuerdos de la Plaza del Dr. Carús |
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Mi primera navegación - Capítulo II |
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Mis recuerdos de la fiesta de Sta. Rita. |
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Los juegos de mi niñez en Vilagarcía |
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La calle Castelao desde el Carballinés |
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Mi hermano Bienvenido y yo |
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Radio Villagarcía Emisora Parroquial |
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As " Lareiras ". Lendas e tradicións |
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La histórica taberna de Peregrino Cuevas |
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LAS VISITAS DE LA ROYAL NAVY A VILAGARCÍA |
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La primera vez que vi a la Escuadra Inglesa |
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Sempre hai unha tapadeira para unha ola |
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La Marina - A taberna de Pepe e Manuela |
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Los charlatanes de feria en Vilagarcía. Por Enrique Lago Cid |
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O enterro da sardiña e a Royal Navy |
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La vida de Joaquín . Parte I |
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La vida de Joaquin . Parte II . " Sempre hai unha tapadeira para unha ola " |
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Recuerdos del Dr. Moreira Casal |
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A historia de José Saavedra Rúa ( Pepito ) e família |
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Los Títeres. Por Enrique Lago Cid |
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La calle donde me crié . Calle Galán y García Hernández. Por Enrique Lago Cid |
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Vilagarcía en el porvenir . Por Enrique Lago Cid |
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Mis recuerdos del Banco de los Pobres |
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A MI QUERIDO AMIGO ENRIQUE
IN MEMORIAM
Hoy no tengo palabras para mostrarte mi profundo agradecimiento mi querido amigo Enrique. Has sido para mi un referente en muchos aspectos pero sobre todo en tu pasión por la historia de tu pueblo, hoy ciudad. Me has contagiado de esa pasión a lo largo de estos años y he aprendido contigo lo importante que es no olvidar, ni lo bueno ni lo malo. Hoy tu epitafio podría ser como el bello epitafio de Díaz Castro “A beleza feriume para sempre”. Las personas querido Enrique no mueren hasta que fallece la última persona que se acuerda de ellas, y yo, llevaré esta frase conmigo como merecido homenaje a tu recuerdo, por ser como tu has sido y por el cariño que siempre me has mostrado. Gracias eternas querido amigo.
Juan Carlos Porto 11-01-2015
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EL CABARET Si nos situamos en la Plaza del Dr. Carús, mirando hacía el antiguo Colegio de León XIII, a su izquierda había una casa en ruinas, cuando se hundió la techumbre, parte de los muros fueron arrastrados por ella. Los marcos de las ventanas y de las puertas eran de piedra labrada, mientras que el resto de la obra era de piedras más pequeñas e irregulares –rebos- y barro. En este lugar se reunían los chavales del Castro y aledaños. Había una pandilla que era la que manejaba a los más pequeños o más debiles. Entre ellos estaban los hermanos Lareu, José y Antonio,- hijos de la Lexua, famosa por su arte culinario-, Antonio fue sacristán del convento de las agustinas en Vista Alegre, fallecido recientemente, Xaniño, Talaburia, Xereixa y otros, componían la pandilla. Los días de mercado se practicaba un juego, que consistía en formar una fila de chavales, y estos hacer lo que hacía el que iba de primero. Si éste le tiraba de la trenza de pelo de alguna mujer o del pañuelo de la cabeza, los demás de la fila tenían que hacer lo propio. Si el primero le daba una palmada a un burro o caballo, éste recibía diez o doce palmadas. En este juego, los primeros jugaban con la ventaja de la sorpresa, y los que veníamos detrás, recibíamos la reacción de la persona o animal molestado. Recuerdo una vez que practicábamos este juego en el mercado, y el primero de la fila robó una manzana en un puesto. El que iba en cabeza jugó con la sorpresa de la perjudicada, el segundo y el tercero, se beneficiaron de su reacción, y el cuarto, que precisamente era yo, recibí un sopapo de la mano de una mujer campesina, ejercitada en la faenas del campo, que me dejó sin saber si estaba en el mercado o sentado en el Paraíso Terrenal. Cuando reaccioné, salí de allí a trompicones y el resto de la fila huyó en desbandada. Desde aquel día, que fue para mí en el que aprendí, que no todos los juegos son válidos, y por lo tanto, me negué rotundamente a seguir practicándolos. Debo aclarar que José Lareu, tenía una facilidad asombrosa con los jugos gástricos, y provocaba el vomito cuando a él se le antojaba. Yo en los años que tengo de vida no he visto cosa igual. Pues bien, por negarme a seguir con el juego, no presentándome más en el “Cabaret”, el día que me encontraron me llevaron a dicho antro, y José se encargó de fusilarme con la pólvora que él mismo fabricaba. Prefería mil veces el sopapo de la campesina de las manzanas.
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Creo que todas las personas que sean más o menos de mi edad, han conocido a Pacucho, o por lo menos habrán oído hablar de él alguna vez. No recuerdo el nombre de su padre, pero si el de su madre, Balvina Ferrer. Tuvo seis hijos: Juan, José, Ramón ,Luis, Pacucho y Castor. Éste era un deficiente mental, que se ganaba la vida, haciendo recados o en la estación del ferrocarril transportando los equipajes de los viajeros que necesitaran su servicio. Al principio era él, el que cargaba con los bultos; después, disponía de una carreta, para hacer tal servicio. Hoy en día tendría una vida bastante distinta de la que llevó el pobre. Hoy gracias a Dios y a la labor humanitaria de los hombres, contamos con centros de atención para personas discapacitadas. Por lo tanto Pacucho fue victima de una sociedad carente de lo más elemental en el orden social. Estaría atendido, por lo menos en lo más esencial y no terminaría como terminó, completamente alcoholizado. Para muchos era el tonto del pueblo, y al concederle este titulo ya justificaba las injusticias con que destrozaron su vida. Los que no tenían otra cosa que hacer disfrutaban viéndolo borracho. No culpo a nadie personalmente, culpo al ambiente en que el pobre tenía que desenvolverse. Culpo a la falta de humanidad y a la ignorancia de aquella sociedad que nos tocó vivir. Después de que lo alcoholizaron, el pobre necesitaba tanto el vino como la comida. Etelvina “La Galga” era la encargada, a base de arrumacos, de irle limpiando los bolsillos de lo poco que conseguía con su trabajo. Cuando estaba borracho dormía la borrachera en cualquier rincón de la villa. Lo recuerdo con su cabeza rapada al cero, una camisa y un pantalón por encima de los tobillos (hoy la moda le llama pantalones piratas) amarrados con un cordel a la cintura, y muy pocas veces con zapatillas, o zapatos de segunda mano. Porque o los perdía o se los quitaban los “graciosos”. Por lo tanto lo más corriente era verlo descalzo. Tengo que romper una lanza a favor de la pobre de su madre, que muchas veces me preguntaba por él. La recuerdo siempre en busca de su hijo, y cuando lo encontraba durmiendo en la calle, en un estado lamentable, comprendo el dolor y el rencor que sentiría contra una sociedad que estaba destruyendo la vida de su hijo. Yo fui muy amigo, cuando estaba de estudiante en el nuevo edificio del Grupo Escolar de su hermano Castor. De él, solamente tengo que decir que fue para mi una excelente persona.. Recuerdo a otros alumnos, que eran el terror de los más pequeños. Para mi principalmente los conocía a uno por “O sereixa” y el otro por el “Talaburia”. El primer contacto que tuve con el “Talaburia” fue recibír el contenido de un tintero, por el mandilón estrenado ese mismo día. Eran una verdadera pesadilla. Castor se hizo amigo mio, porque era un forofo del Atletico de Aviación. En mi casa se compraba siempre la revista “La Estampa” y en la sección de deportes venían las fotografías de los encuentros, yo las recortaba y se las daba. Su ídolo era Ricardo Zamora, entrenador del Atletico. En la temporada 1939-40, el Atlético de Aviación estaba en cabeza de la clasificación, por lo tanto campeón de la Liga El equipo lo formaban: Aparicio, Tabales, Mesa, Urquiri, German, Machin, Enrique, Gabilondo, Elicegui, Campos, y Vazquez. En el Campeonato de España de Copa, los últimos partidos los disputaron el Real Madrid y el Español. La afición deseaba que ganara el Real Madrid. Y con ella Castor, para él no había otro resultado. Por lo tanto, propiciaba que el Real Madrid ganara la Copa, según los deseos de Castor. A pesar de todos los buenos deseos, el Español quedó Campeón de Copa. El partido se jugó en el estadio de Vallecas y el Real Madrid ante el Español, perdió por 2-3. Fue el 30 de junio del 40. Lo que recuerdo son algunos famosos de otros equipos: Herrerita, Emilin del Real Oviedo, José Escolá del Barcelona y Oceja del Bilbao. Conservo la fotografía del jugador del Athlétic de Bilboa, Unamuno, que jugaba de delantero y fue el máximo goleador en esta temporada. Marcó veinte goles en los veintidós partidos disputados. Recuerdo que por estas fechas, las niñas pudientes le pedían a los Reyes Magos, una muñeca que causaba furor entre ellas. Se llamaba Mariquita Pérez. Y su precio era de 95 pesetas, que en aquellos tiempos, no estaba al alcance de muchas familias. Por lo tanto había muchas niñas, que opinaban que los Reyes no eran muy justos al entregar los regalos. Para los otros niños había aquellos caballos de cartón piedra (que eran horrorosos) o los coches de madera, que se componían de una silueta de cabina hecha de madera , con dos ejes, en los que se colocaban cuatro ruedas y una caja también de madera, para poder cargarle, y poder jugar. Y para las otras niñas que los Reyes no le ponían la Mariquita, recibían a cambio una Pepona de cartón piedra, que había que tener mucha imaginación para ver en ella una niña y jugar con ella. En aquella época la industria del juguete dejaba mucho que desear. Volvamos con Pacucho. Éste un día recibió el encargo por parte de los almacenes de Waldo Rivas para llevar al muelle un garrafón de aceite, para el vapor de Ribeira. Cargó con el garrafón y al llegar a la punta del muelle de hierro, donde estaba atracado el vapor, desde lo alto del muelle, llamó por Manuel, encargado de recibir la mercancía, y le lanzó el susodicho garrafón. El resultado del encargo ya se puede adivinar. Cuando nos visitaba la escuadra inglesa “Home Fleet”, Pacucho tenía mucho trabajo, ya que era el encargado de transportar a los marineros completamente ebrios en la carreta al muelle de hierro, donde las lanchas de los buques de guerra los devolvían a su destino. Al llegar a cabecera del muelle, la policía militar, los cogía por los pies y manos y los lanzaban a los lanchones, como su fueran sacos de patatas. Después de cumplido el encargo, Pacucho se marchaba en busca de otra carga., Ni el Almirantazgo ni la embajada britanica, agradecieron a Pacucho su labor humanitaria, al devolver a sus destinos aquella pandilla de borrachos. Cierto día el dueño del Hotel Cortegada, le mandó ir a la estación a recoger el equipaje de un cliente. Pacucho como buen cumplidor, se personó en la estación y recibió de manos de un viajante de farmacia dos maletas, con destino al Hotel Cortegada. El trayecto de la antigua estación al centro de la villa, era por lo menos de dos kilómetros más o menos. Durante el camino, en uno de los descansos, no sé si es por estar mal cerrada la maleta , o si el cierre estaba deteriorado, el caso es que se abrió y de ella salió una caja que contenía, por lo menos en apariencia unos bombones envueltos en papel de plata. Éste articulo pocas veces lo cataba Pacucho. Así que cuando lo vio, lo primero que se le ocurrió fue llenarse el bolsillo. Cerró la maleta y siguió su camino. Entregó las maletas en el hotel , y se fue a sentar al malecón que había en la alameda, y allí se dio el gran festín disfrutando de aquel chocolate tan sabroso. Lo que no sabía Pacucho, era que la empresa farmacéutica Bayer, fabricaba un purgante para niños, que disimulado con el chocolate, era agradable y fácil de tomar. El resultado es fácil de adivinar: retortijón, bajada a la playa, bajada de pantalones.Pero esta labor se repetía con demasiada frecuencia, por lo tanto ya no valía la pena ponerse los pantalones. Y ahí tenemos a Pacucho metido en el mar, tratando de salir de aquella descomposición “galopante” a juzgar por la manera de correr de un lado para otro. Lo más insólito de su vida, fue precisamente su muerte. Recuerdo el multitudinario entierro del Doctor Moreira. El de Pacucho, fue algo sorprendente por la cantidad de personas asistentes. Lo que no tuvo en vida, se lo concedieron a su muerte. Era como si lo sociedad quisiera devolverle con este gesto, lo que durante su vida le negó, una existencia digna de un ser humano. El Señor con su gran misericordia, le compensará y le dará la paz, que sólo Él puede dar. Quiero agradecer a “Foto Ferrazo” la gentileza de proporcionarme la fotografía de este famoso personaje. Muchas gracias. |
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DE MACEIRA A COVELO Me encontraba en el comercio mixto de los hermanos Fadista en la parroquia de Maceira, perteneciente al Ayuntamiento de Covelo. El asunto que me había llevado a dicha parroquia, como es de poco interés para mis lectores, lo pasaremos de largo. El comercio en el que me encontraba es muy peculiar en las aldeas de Galicia, allí encuentras desde cerillas, tabaco, vino, toda clase de comestibles, ropa, calzados, ferretería y si me apuran mucho algunos artículos de farmacia Cuando formaba parte de la plantilla de Pescanova, mi trabajo era crear nuevos puntos de ventas. Con tal motivo he tenido ocasión de trabar amistad o conocimiento con muchos paisanos de la zona del Miño o del Tea. Una tarde a finales del mes de septiembre, estando sentado en una banqueta al pie de una mesa, con una taza de vino tinto del Ribero y un puñado de cacahuetes. Al otro lado de la mesa estaba sentado un paisano de Covelo. Yo tengo una debilidad y es que me encanta hablar con la gente de la aldea y oír sus sentencias y sus tradiciones, me gusta la gente sencilla por su espontaneidad y su forma de narrar, los hechos de su vida cotidiana. -¿Usted es de Maceira? Pregunté tratando de entablar conversación con el paisano. -Non señor. Eu vivo en Covelo. -En Covelo. el señor cura es amigo mio. -D. Juan e bastante bo home, eu non teño queixa. Claro que soamentes vou a misa os domingos e na festa da patrona. Vino la “rapaza” y puso unas tazas de vino sobre la mesa; invitación mía. Después el silencio entre ambos solamente era interrumpido por las voces de las mujeres que entraban a comprar algo. -Eu nacin nunha aldeiña portuguesa preta de Monzon. En Salvaterra coñecín unha rapaza que estaba moi ben, nos dous xeitos: na sua beleza e nos cartos é na facenda que seu pai tiña. -¿Y se casó con ella? -Non me casei…toda á culpa tuvoa un mangante de un amigo meu, un larpeiro que no servia mais que para xantar. -¡Le quitó la moza! -¡Qué iba a quitar, si era parvo! Cando fun a coñecer a os país da rapaza, leveino conmigo…pedinlle me axudara na conversa… que dixera que era moi traballador… e que tiña algúns bens, gando e algunha leira… -¿Y no lo hizo? -Tan ben o fixo, que quedei composto e sin noiva -¿Qué le hizo? -Mire, cando despois de recibirnos o pai da rapaza, e ante unas tazas de viño da sua cosecha, empezou a preguntarme: si traballaba, é en que traballaba… pois o papamoscas contestou por min. -¿Qué si traballa? ¡Claro que traballa!…Ten bastante facenda en que facelo… no tempo das labouras do campo, precisa de catro ou cinco homes… -Eu ollei pra él, para que estuvera calado, e me deixara falar. -¿Tes algún gando? -¡Qué si ten gando! Tres vacas leiteiras é dous bois pra o carrro e o arado…e non falemos das obellas e dos porcos… siguió contestando el amigo. -Eu xa non podía falar, ollaba pra él, pra ver si calaba… o sudor corriame por todo o corpo…Sentia como si se me derreterán o corazón mais o estomago; pero aquel desgraciado sigueu barballoando. Digolle a verdade… oindo falar aquel lampantin sentía desexos de matalo…para que calara finxei un ataque de tos tan forte que o mismo pai da moza preguntou preocupado: -¿Estas acatarrado rapaz? -E aquel disgraciado pareceullen pouco o do catarro… que contestou moi fachendoso: -¡Catarro, non!…¡Ten unha tuberculosis de manda carallo! E ese foi o motivo de casarme en Covelo, tuven que fuxir de Salvaterra, despois de darle unas boas zoupadas a ese listillo de merda. Después de la llegada del ómnibus de Fadista, y hablar con el mecánico sobre la avería de mi coche, éste se comprometió a dejármelo reparado para el día siguiente. Ya noche empezaba a extenderse desde el este, cubriendo de sombras el camino que nos llevaría a Covelo. La luna en una de sus fases menguantes nos hacia guiños al paso de las nubes. Mi acompañante caminaba silencioso…encendió un pitillo…seguía el silencio… -Perece que la noche está algo fresca. Comenté para abrir una conversación que animara los siete kilómetros que teníamos que caminar. -¿Vostede de donde é? preguntó el paisano después de una calada al pitillo. -Soy de la banda del mar. Errónea contestación. -A banda de Covelo é bastante boa, témola que pagar entre todo-los vecinos. -Quiero decir que vivo en un pueblo que está a orillas del mar. -¡Ah!, Agora entendo. Después de caminar un buen rato en silencio, seguramente influido por la oscuridad de la noche. -¿Pola su terra vese a Santa Compaña? -¡Yo nunca la vi! ¿Qué es la Santa Compaña? -E unha procesión de mortos ou almas en pena que nas brétemas da noite recorren errantes os carreiros, camiños e corredoiras dunha parroquia. Esta procesión vai encabezada por unha persona viva que leva unha cruz ou un caldeiro de auga bendita e vai seguida por almas en pena formando duas filas. Estas van vestidas con sudarios ou túnicas brancas e levan na man velas acendidas que na maioria dos casos non son visibles pola xente, entón sabese da sua presencia polo cheiro a cera derretida e tamén polo aire que levantan o pasar. Din que o que levan acendidos na man son osos que arden coma fachos. A persoa viva que leva a cruz ou o caldeiro con auga bendita, esta condenada a ir sempre diante da comitiva e non pode, en ningún momento volve-la vista atrás e soamente posderia liberarse dese castigo se atopase a outra persoa tamén, por suposto, viva á quen lle entregar ben a cruz ben o caldeiro sen remisión e, por forza, terá que andar errante tódalas noites cunducindo a procesión. Un veciño meu, dormía tranquilamente ca sua muller, e por ter que sufrir o castigo a sua alma vai na procesión da Compaña e a sua persona non se decata. Pasado o tempo poderase reconocer aos penados con ese castigo pola la extremada palidez e pórser cada vez mais delgados. Cada noite que pasa a súa luz será cada vez máis forte mentres que a saúde vaise debilitando ata enfermar sin que ninguén saiba as causas de tan misterioso mal. Estan condenados a vagar noite tras noite ata quer morren ou ata que un incauto sexa sorprendido para tomar o relervo. Con este morboso relato de mi acompañante sobre la Santa Compaña, al salir de un recodo del camino pudimos ver las luces débiles de Covelo. Seguimos caminando y casi a las puertas de la aldea, sentimos el toque de una campanilla y después entre la niebla aferrada entre los árboles, pudimos distinguir una luz que se movía entre la bruma, después otra y otra; mi acompañante se había escondido detrás de enorme “carballo” y cogiéndome por un brazo me arrastró detrás del roble y con voz entrecortada por el miedo, no dejaba de recomendarme: -Estese quieto aquí…meta as mans nos bolsillos e cerre ben os puños, pra que no lle metan un cirio na man. Dejé al paisano escondido detrás del roble con las manos fuertemente escondidas en los bolsillos del pantalón y los puños cerrados. Estaba a cien metros de la iglesia y necesitaba hablar con Juan para que me diera posada por esta noche. En la iglesia había luz y la puerta estaba abierta, a pesar de ser una hora bastante avanzada. Entré hasta la sacristía; allí estaba el sacerdote quitándose el alba, le acompañaba el sacristán también vestido de blanco, el monaguillo y dos mujerucas del pueblo. -Acabamos de chegar de levarlle a extremaunción a un enfermo que seguro non pasará desta noite. Me gustaría volver al roble donde mi acompañante quedara temblando, para decirle que no era la Compaña sino el mismo Dios en persona, que amorosamente recogía el alma de uno de sus queridos hijos. Enrique Lago Cid |
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ANÉCDOTAS DE LA POSGUERRA Por aquellas fechas la Compañía Teatral de Rabal, hizo su aparición en nuestra villa para solaz de la gente culta y devota. Pusieron en Escena la Pasión de Cristo. Rabal era un muchacho joven muy bien parecido, por lo tanto el papel de Jesucristo lo bordó. Durante toda la representación, el distinguido, no hizo otra cosa que alabar su trabajo colmándolo de aplausos; era una verdadera apoteosis. Recuerdo la escena en que Jesús caminaba sobre las aguas. Esta escena fue tan bién lograda, que después de un religioso silencio, todo el teatro puesto en pie, rompió con clamorosos aplausos de admiración a aquel artista que les embargaba con su actuación. La apertura del telón dejó al público en suspenso, la escena que representaba, conmovió el corazón de los espectadores; el silencio reinó en la sala, el momento cumbre de la obra había llegado; las señoras profundamente conmovidas, con los pañuelos en la mano, y algún caballero carraspeaba disimulando la emoción, esperaban el desenlace del último acto, en el que Jesucristo muere en la cruz. Ante sus ojos apareció la escena del Calvario. En el centro del escenario estaba colocada la cruz y Jesucristo – en este caso Rabal- clavado, -sujeto a ella-. Todos los personajes que componían la escena rodeaban al crucificado: María, madre de Jesús,Juan, María Magdalena, María de Cleofás, un grupo de soldados romanos, fariseos y el pueblo curioso. El telón de fondo representaba a Jerusalén en la lejanía, el cuadro iluminado con un juego de luces que resaltaba la escena era perfecto. Jesús desde el alto de la cruz, fue recitando las siete palabras y en el momento que dijo: -¡Tengo sed! Ocurrió lo más inesperado: la cruz empezó a vacilar en su base como consecuencia del peso que soportaba. Rabal empezó a notar que la cruz vacilaba e iba inclinándose hacia delante…su caída al patio de butacas le horrorizó…miraba al publico que poco a poco, si Dios no lo remedirá se vería entre ellos… el terror le hizo gritar: -¡Me cago en la leche! ¡Que me mato! Se bajó el telón inmediatamente, los tramoyistas y el personal que rodeaba la cruz, entraron en acción y solucionaron el problema. Al poco tiempo después de unos sonoros martillazos, subió el telón y la obra terminó sin más incidentes. LOS MITINES EN EL CERVANTES. Por aquellas fechas eran muy frecuentes los mítines. Se trataba de elevar la moral del sufrido pueblo, y obtener adictos al nuevo régimen. Por lo regular, los oradores solían ser jefes relevantes de Falange, el Gobernador Civil o algún personaje con vida muy activa en el Movimiento. Después de las intervenciones de los susodichos personajes, se procedía a efectuar los rituales vivas, a los que el respetable contestaba con verdadero entusiasmo. –o lo parecía-. Estas exclamaciones patrióticas, eran interminables-. La gente después de empezar con el primer ¡¡Viva!! Los siguientes eran ya por inercia. Esta anécdota presenciada por un servidor confirma esta aseveración. Veamos la escena: Teatro Cervantes. Estoy situado en el anfiteatro que estaba a continuación del “gallinero”. A mi lado un “sorcho”, -así se identificaba a los soldados del Ejercito de Infantería- soportaba los apretujones de la gente que le rodeaba. Cuanto más se enardecía el público –o aparentaba estarlo- sufríamos las apreturas de aquella masa enardecida. El anfiteatro estaba completamente lleno, (¿quién era el guapo que faltaba a estos actos patrióticos?), por lo tanto, estábamos bastante agobiados. Cuando terminó la arenga por parte de uno de los oradores empezaron los vitores. “¡España!” gritaba el personaje que nos había deleitado con las ventajas de la nueva patria, y el publico contestaba, ¡Una!, volvía a repetir ¡¡España!! Repetían con más entusiasmo ¡¡Grande!! Y volvía a insistir ¡¡España!! Respondiendo el público a la aclamación ¡¡Libre!! a continuación venían los vivas. ¡¡Viva España!!, ¡¡Viva la Falange!! ¡¡Viva el Glorioso Movimiento Nacional!, y el publico seguía contestando ¡¡Viva!!; ¡Viva Franco!, ¡Arriba España! Etc. etc.. La gente levantaba el brazo efectuando el saludo al estilo romano. En medio de este entusiasmo, uno de los presentes, con gran fervor patriótico, levantó el brazo y gritó un grandioso ¡¡Viva Franco!!, tropezando con su brazo en la cabeza del soldado tirándole el gorro al patio de butacas. Éste al verse desgorretado y asomándose al vacio grito: -¡¡Meu gorro!! La respuesta no se hizo esperar, un clamoroso ¡¡¡Viva!!! Llenó la sala del teatro. LAS TRANSPARENCIAS Antes las películas eran celuloide y venían en cajas redondas de lata y estas en un saco redondo con un refuerzo de madera en la parte baja. El operario que las proyectaba preparaba la película en dos bobinas, para cambiar al segundo rollo, se producía un descanso en la proyección. En este descanso se proyectaba una transparencia en la que aparecía un señor grueso fumando un habano apoltronado en un sillón. A este dibujo lo acompañaba la palabra DESCANSO. Entonces los espectadores que tenían el vicio de fumar salían al hall, conversaban y se fumaban el correspondiente pitillo, (en aquella época las señoras no fumaban, por lo menos en público).También tenían la opción de ir hasta el Carbalinés que estaba enfrente y tomar una copa, Otra de las transparencias, -esta impuesta por la autoridad-era el retrato de Franco, flanqueado por las banderas Nacional Falange y Requetés. Esta transparencia se proyectaba al final de la sesión y era acompañada del Himno Nacional. La gente se ponía en pie, con el brazo en alto guardando un respetuoso silencio. Un aciago día le tocaba estar de ayudante en la cabina de proyección, a un muchacho que era amigo nuestro, hijo de Emilia García, intima amiga de mi madre, casada con un tripulante del buque alemán “Cab Arcona” que pasó la guerra del catorce refugiado en nuestra ría, el padre del muchacho era de origen polaco, llamado Sopwkosky. Cuan llegó el final la película, se equivocó de transparencia y en vez de colocar a Franco, colocó la que correspondía al DESCANSO. El señor gordo que fumaba un puro apoltronado en su sillón, fue saludado con el himno nacional, muchos espectadores no sabían si levantar el brazo saludando o echarse a reir. Ya podéis daros una idea de la que se armó, se soliviantaron las fuerzas vivas, mientras el pobre de Sopwkosky, tuvo que poner tierra por medio y gracias al cónsul alemán en Vigo que logró desde Lisboa ponerlo rumbo a Buenos Aires.
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