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Hoxe abro un novo apartado na páxina co título "HISTORIAS DA NOSA COMARCA". Tanto o noso pobo coma os pobos limítrofes temos un importante denominador común: a interrelación cultural e histórica. É polo tanto que non se concibe o estudo do noso pasado sen ter en conta a importancia e influencia dos pobos veciños
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Cando Vilanova, Baión a Illa de Arousa e András pertencían a Vilagarcía |
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Episodios históricos acaecidos no antigo Castelo do Monte Lobeira |
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Cuando el General Charles de Gaulle visitó las tierras arousanas |
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Las Invasiones Vikingas en la Ría de Arousa |
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O naufraxio do Vapor "Santa Isabel" no ano 1921. Por Carlos Mey (Argentina) |
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Hoxe Cristina Martín envíanos un interesante artigo sobre o selo de Rosalía de Castro e unha parte da súa historia, relacionada con Carril. Cristina Martín (Madrid) é licenciada en Filosofía e Letras na especialidade de Prehistoria e Arqueoloxía. É unha apaixonada da historia, da arte, da fotografía e sobre todo da filatelia colaborando para varios blog, webs e asociacións filatélicas (AFINET, Club Cece e SOFIMA) e escribindo varios artigos de filatelia, ademais de ser experta en redes sociais e bloguiera de SOFIMA. Foi directora da publicación do Blog de SOFIMA, denominada Articularía de SOFIMA Online e coordinadora de contido dos dous primeiros volumes de SOFIMA Info.Colaborou para a Revista Dixital 6 cuartos de AFINET impartindo varias conferencias e faladoiros filatélicos, organizados por SOFIMA (Sociedade Filatélica de Madrid). Publicou tamén o libro-Álbum o Camiño ás Estrelas, da Biblioteca o Bibliófilo Filatélico Edición Peregrinatio, un percorrido histórico filatélico polo Camiño Francés de Santiago. Ademais de colaborar para o Blog a Gateira da Vila, unha Revista Dixital que fala sobre Madrid en varias vertentes, históricas, artísticas, etc. Na actualidade é blogueira do Salón de Cris, un Blog onde fala de filatelia, historia, arte, en xeral de todo o relacionado co mundo da cultura e ao que podedes acceder no enlace.
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O selo de Rosalía de Castro. Por Cristina Martín San Roque |
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El desván - Por Anxel Vilamaior |
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A anexión dos concellos de Carril. Vilaxoán e Vilagarcía |
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El Palacio del Marqués de Vista Real. Por Tomás Ángel Trigo |
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HISTORIAS DA NOSA COMARCA
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Pazo de Vista Real Vilanova de Arousa |
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LA MUERTE DE JOAQUÍN Por Anxel Vilamaior
Tenía solo cinco años. Era una tarde de verano. De vez en cuando, pasaba un coche a toda velocidad, hacia las playas. Y Después todo quedaba en silencio. Hacía calor. Yo estaba sentado al lado de la puerta de la tienda. Leía un libro de Steinbeck, Las uvas de la ira. Joaquín estaba sentado en un escalón de la puerta de la casa. Al otro lado de la carretera. De vez en cuando, levantaba la vista del libro y me fijaba en el. Jugaba con un palo. Hacía dibujos en la tierra. Cuando pasaba un coche a toda velocidad, hacia las playas, se rompía el silencio de la tarde. Aquel ruido resultaba molesto, pero al fin se alejaba y volvía el silencio. Un carro de bueyes, como salido de otros tiempos, se acercaba lentamente por la carretera. Lo conducía un anciano. El monótono grito de los ejes era un lamento. Ahora lo pienso. ¿Sería aquel lamento lo que me hizo presentir la desgracia? Me puse tenso. Levanté la vista del libro. Joaquín seguía haciendo dibujos con aquel palo en la tierra, haciendo dibujos, como si no tuviera más que hacer en toda su vida. Un coche negro venía a toda velocidad, hacia las playas. El ruido del coche se sobrepuso déspota extranjero al lamento del carro. ¿Intenté gritarle a Joaquín que se metiera dentro de su casa? El anciano no pudo oír el ruido del coche. No pudo, porque si pudiera no torcería los bueyes hacia el centro de la carretera para tomar el camino de Ousensa. Pero lo hizo como si solo él estuviese en el mundo viajando con su carro de bueyes. El coche negro pudo haber seguido en línea recta y destrozar las cabezas de los bueyes. ¿Qué importan dos bueyes? ¿Qué importan dos viejos bueyes y gordos, que apenas pueden tirar de un carro? Si hubiera seguido en línea recta, aquella tarde hubieran muerto dos bueyes que no servían para nada. Y si no hubieran muerto del todo, vendría Ricardo el carnicero con su escopeta y los hubiera rematado a gusto para que no sufrieran. Joaquín no tuvo tiempo de darse cuenta. ¿Intenté gritarle que se metiera en su casa? Tal vez, pero no recuerdo haberlo hecho. Joaquín estaba enfrascado en los dibujos que hacía en la tierra con su palo. No vio el carro ni el coche. Ni siquiera levantó la vista cuando las ruedas del coche chirriaron en el asfalto. Tal vez se dio cuenta de todo en el último instante, cuando el coche negro volaba directamente, imparable y mortal hacia su frente. No pude mirar. No pude mirar. Me metí dentro de la tienda gritando como si me hubiesen clavado un puñal. Después, no sé cuándo después, todo fue jaleo de gente, de gritos, de coches que se paraban, de gritos desgarrados de la madre de Joaquín, que estaba embarazada, que quería resucitar a su hijos y se desmayó a su lado. Recuerdo, como entre sueños, que mi padre la levantó y la llevó al coche que tenía aparcado detrás de la casa. Arrancó a toda velocidad y desapareció camino de Villagarcía. No recuerdo más. No puedo recordar más porque no pude seguir mirando. Me refugié en el patio. Quería estar solo. Una hora después me llamó mi madre para que fuese a la tienda. Vi a dos jóvenes abrazados, ella lloraba. Él tenía una herida en la frente y mi madre trataba de echarle agua oxigenada. -Merci, merci. -Son los que venían en el coche –me explicó mi madre-. Son franceses. Diles algo, nadie les entiende. ¿Y qué les digo? No soy capaz de decir nada a nadie. Joaquín estaba jugando con un palo, haciendo dibujos en la tierra. ¿Les digo eso? -Hay que llamar a la guardia civil –le dije a mi madre. -Díselo. Dile que hay que llamar a la guardia civil. -Nous allons appeler a la guarde civil. Esto no es francés ni es nada. -Oui, oui –respondieron-. Merci. No fue necesario. La guardia civil apareció en aquel momento. Alguien les había avisado ya. Volví a refugiarme en el patio. Ya estaba allí la guardia civil. Si no saben francés, allá ellos. Que se aclaren como puedan. Yo tampoco sé francés ni se nada. Solo sé que Joaquín estaba haciendo dibujos con un palo en la tierra y ahora está muerto. Aquel día murió Joaquín y nació su hermano Joaquín Enrique. Han pasado muchos años. Ya nadie se acuerda del carro de bueyes y del coche negro que venía a toda velocidad, hacia las playas. Los dibujos que Joaquín estaba haciendo en la tierra con su palo han sido borrados mil veces por la lluvia del invierno. ¿Qué será de los franceses? Me los imagino en Paris, tratando de olvidar también el carro de bueyes y el niño que estaba sentado en el escalón de la puerta de su casa. Dios, en su eterna e incomprensible Sabiduría, permitió que aquella desgracia hiriese profundamente el corazón de una madre y de un padre. Ha pasado mucho tiempo. Ayer, aquellos corazones –los he visto- estaban rebosantes de felicidad, mientras contemplaban a su hijo Joaquín Enrique, vestido con casulla blanca, celebrando su primera Misa solemne en el altar mayor de Caleiro. Ánxel Vilamaior
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